(El Periodico, 7 de julio de 2025) 

Transformar el país desde lo concreto, las plazas, los árboles o los equipamientos comunitarios, representa la idea maragalliana de ciudad que se convierte en diálogo e igualdad

En su discurso de despedida como alcalde, Pasqual Maragall afirmaba que, arreglando un barrio, comenzamos a arreglar el mundo. Que las ciudades pueden contribuir a un mundo mejor demostrando, al recuperar sus barrios, que el resto de necesidades de la humanidad también tiene solución. Desde la escala más pequeña, se envía un mensaje de esperanza que nace de la calle, de la ciudad que no es patrimonio de nadie porque pertenece a cada una de las personas que la habitan y pisan sus aceras cada día.

Casi tres décadas después, la fisonomía de Barcelona y del resto de ciudades de Catalunya hace frente a nuevos problemas mientras otros antiguos persisten. Maragall decía que la miseria y la riqueza tienden a expandirse y blindarse en las ciudades y tenía razón. Actualmente, en Barcelona, la cifra que separa a las personas de las Tres Torres y de Ciutat Meridiana es de 30.000 euros. Una brecha económica que es rebelde y se traduce en desequilibrios en la esperanza de vida, en el acceso a la educación, a la cultura, al espacio público, y a la vivienda que se ha convertido en uno de los problemas más acuciantes.

El Pla de Barris i Viles de Catalunya 2025-2029 busca solucionar algunos de estos problemas, aquellos relacionados con la reducción de las desigualdades territoriales y sociales. Aspira a hacerlo rehabilitando fincas envejecidas para que puedan volver a convertirse en viviendas dignas. Levantando equipamientos y restaurando núcleos urbanos degradados que permitan la vida social y comunitaria. Reforzando también la red de bibliotecas, que representan para muchos el principal o el único espacio de acceso a la cultura.

El plan se traducirá en unos 120 programas de trasformación física, transición ecológica y acción comunitaria por un valor de 1.600 millones de euros, que se extenderán por ciudades y pueblos para mejorar las condiciones de vida y garantizar un acceso equitativo a los servicios básicos. Es una iniciativa que ya se hizo entre 2004 y 2010 y que aspira a convertirse en una herramienta esencial para abordar las desigualdades incidiendo en la ciudadanía más vulnerable, aquella que depende de la plaza o la piscina pública del barrio.

Se trata de transformar lo que Javier Pérez Andújar describe en sus crónicas como los ‘trasbarrios’, aquellos lugares a los que nadie quiere mirar porque son un reflejo de la desigualdad. Bloques de pisos desconchados, descampados que esperan la llegada de parques infantiles, polideportivos y equipamientos, en los que los vecinos puedan conocerse y configurarse como comunidad. Las decisiones las tomarán los propios municipios que actuarán sobre sus zonas de alta complejidad, buscando los proyectos que se adapten mejor a cada realidad.

Como diría Pasqual Maragall, se trata de volver a conectar a la gente para que la ciudad sea un lugar de encuentro y comunicación, sin islas, sin fronteras, porque la ciudad es justamente lo contrario: la ciudad mezcla, digiere diversidad y la convierte en diálogo e igualdad si ponemos plazas, bancos, árboles y todo aquello que permite que cada barrio haga más grande la ciudad que habitamos y en la que nos (re)conocemos.

El Periodico, 7 de julio de 2025 (Foto: Ricard Cugat)

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