(Crónica Global, 30 de diciembre de 2022)

Unicef afirma que nunca tantos niños y niñas habían necesitado de ayuda humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial. Ocho millones de menores de cinco años están en riesgo de morir por desnutrición aguda grave en 15 países. Esto se debe en parte a que uno de cada seis niños y niñas en el mundo, más de 450 millones en total, vive en una zona de conflicto o se ha visto desplazado de sus hogares, ya sea por la violencia que se vive en sus territorios o por el cambio climático.

La situación de la infancia se ve afectada por el conflicto en Ucrania pero también por la inseguridad alimentaria generalizada, por las hambrunas en el Cuerno de África, por las inundaciones en Pakistán, por los brotes de cólera y sarampión, pero sobre todo por el cambio climático que se encuentra detrás de gran parte de las tragedias humanitarias del siglo XXI.

Son datos del informe Humanitarian Action for Children Appeal que revela hasta qué punto el clima está aumentando la pobreza y las crisis humanitarias al punto que hoy unos 400 millones de niños y niñas no disponen del agua necesaria y muchos otros tienen su vida en peligro por el aumento de las principales enfermedades que provocan la mortalidad infantil: la diarrea, la malaria, el cólera y la desnutrición.

Las perspectivas para 2023 no son mejores. La ONU advirtió hace un par de semanas que un récord de 339 millones de personas, una de cada 23 personas en el mundo y 65 millones más que en 2022, necesitarán ayuda humanitaria en los próximos meses. Esto ha motivado que el Fondo de Naciones Unidas para la infancia haya lanzado el mayor llamamiento de fondos de toda su historia: 10.300 millones de dólares para llegar a 110 millones de niños y niñas.

El portavoz de la oficina de acción humanitaria de Naciones Unidas (OCHA en sus siglas en inglés), Eri Kaneko, constataba la ironía y la injusticia que significa que los países más afectados por las consecuencias de la crisis climática sean los que menos han contribuido a ella y destacaba la necesidad de que el financiamiento climático llegue no sólo a los países vulnerables sino a las personas más vulnerables, especialmente a la infancia. “Esperamos que 2023 sea un año de solidaridad”, reclamaba.

Una solidaridad que debería llegar en forma de políticas públicas redistributivas, desde los países más favorecidos hacia los que tienen menos, pero también dentro de nuestros propios territorios.

En Cataluña la situación no es la del cuerno de África pero se ha empeorado en el último año y las entidades que atienden a las personas más vulnerables alertan de lo que puede suceder en 2023 si no actuamos. Càritas Barcelona anunciaba antes de Navidad que 9 de cada 10 familias atendidas por la entidad, unos 7.000 hogares en Barcelona, se ha visto obligada a reducir los gastos de alimentación como consecuencia de la crisis y la inflación. Esto representa un impacto directo en la salud de los niños, niñas y adolescentes que viven en estas familias que han dejado de consumir alimentos frescos indispensables para su correcto desarrollo.

El hambre es una violencia silenciosa, nos decía el premio Nobel Amartya Sen en 2007. En ese momento existían provisiones suficientes para alimentar a la población mundial pero cada vez las consecuencias del cambio climático hacen que éste sea un objetivo más difícil de conseguir. Amartya Sen reflexionaba sobre la paradoja que representa que a nivel político exista un consenso respecto al derecho a la propiedad pero no en relación al derecho a no sufrir hambre.

La filósofa Rosi Braidotti en su nuevo libro Feminismo poshumano explica como el humanismo fue útil porque diseñó un proyecto emancipatorio básico que sentó la idea de que el grado de desarrollo de una sociedad se mide por cómo se trata a las mujeres, a la infancia, a las personas discapacitadas, LGTBI o en situación de esclavitud. Cuestiona, así como lo hace también el feminismo, por qué algunos seres humanos son considerados “más humanos”. Ha llegado el momento de preguntarnos qué tipo de humanos y poshumanos queremos ser y qué respuesta damos a los grandes retos que tenemos planteados como humanidad, especialmente al hambre.

Crónica Global, 30 de diciembre de 2022 (Fotografía: GETTIIMAGES)

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