(El País, 01 de agosto de 2023) Los feminicidios son una de las violencias más extremas que existen en nuestra sociedad. Son la expresión más dramática de la violencia machista porque no sólo acaban con la vida de las mujeres, también impactan para siempre en la de los hijos e hijas de las madres asesinadas. Desplegar políticas de lucha y prevención, pero también de reparación, que visibilicen el impacto que tiene esta lacra en nuestra sociedad es el principal objetivo de la reforma a la ley de erradicación de la violencia machista que aprobó hace unos días el Parlament de Cataluña.

El texto nació en 2020 como un proyecto de ley alternativo del PSC a un decreto del Govern que constataba que las víctimas no estaban recibiendo las indemnizaciones a las que tenían derecho por ley y que, en el caso de los hijos e hijas de madres asesinadas, eran de tan sólo 5.691 euros. El nuevo texto legal busca garantizar que puedan acceder a estas ayudas pero también que las cuantías sean acordes con la gravedad de los hechos que comportan. Implicará subir las indemnizaciones a las supervivientes de 3.013 euros a 17.210 mientras los hijos e hijas de madres asesinadas recibirán 103.261 euros. Las mujeres que sufran violencia vicaria también serán indemnizadas con 51.630 euros por cada hijo o hija perdida. La reforma desvinculará además la necesidad de tener que tener una sentencia condenatoria. Bastará con que una autoridad competente lo certifique porque las víctimas tiene derecho a la reparación, denuncien o no.

Aunque todos somos conscientes que no existe una cifra que indemnice por la pérdida de una madre, o de un hijo o una hija, son cifras más acordes con supósitos similares y quieren lanzar el mensaje que la violencia que sufren las mujeres por el hecho de ser mujeres no es una violencia diez o veinte veces inferior a otros tipos de violencia. Que asesinar a una mujer no es normal o una violencia de segunda. La escritora feminista Diamela Eltit sostiene que si las mujeres no hemos sido capaces aún de cambiar nuestra condición de desigualdad es por la colonización que sufrimos de nuestros imaginarios. Y que cambiar los imaginarios femeninos no se consigue sólo por ley sino a través de la descolonización de éstos, una tarea que está en manos de las propias mujeres.

En los últimos años, se ha avanzado mucho en la descolonización de estos imaginarios, uno de los cuales ha sido considerar la violencia machista como una violencia menor. Sólo así se explica que de los nueve feminicidios registrados en Cataluña en 2019, sólo pudieran acceder a las indemnizaciones dos hijos de madres asesinadas. O que de las 1.500 sentencias condenatorias por violencia machista, sólo diez mujeres las recibieran. Las indemnizaciones no devuelven a las mujeres a la vida pero son parte de una política de reparación y reconocimiento que es indispensable para que la sociedad asuma, al menos de forma simbólica, que erradicar la violencia machista tiene que ser una prioridad y que lo es también dedicar recursos en nuestros presupuestos.

El País, 01 de agosto de 2023

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