(CTXT, 29 de octubre de 2020) Chile se convertirá en el primer país del mundo en tener una Constitución redactada de forma paritaria. El plebiscito del domingo, que aprobó enterrar una de las principales herencias de la dictadura, decidió también que la asamblea encargada de redactar la nueva Constitución esté integrada en un 50 por ciento por mujeres.

Es un triunfo histórico para las chilenas que han protagonizado algunos de los hitos de la lucha feminista reciente. Fueron ellas, a través del colectivo Las Tesis, las que crearon el himno global y la performance Un violador en tu camino, coreado por millones de mujeres en todo el mundo para denunciar las violencias machistas. Son ellas también las que han liderado gran parte del estallido social del último año, reclamando cambios profundos que superen la camisa de fuerza de un modelo neoliberal que ha convertido a Chile en uno de los países más ricos de la región, pero también en uno de los más desiguales.

Este liderazgo femenino no es nuevo en los procesos de transformación social que ha vivido la sociedad chilena en el último siglo. De hecho, ha estado presente en los momentos cruciales de la historia unificando en muchos casos, en una sola, la lucha feminista y la lucha social.

Desde principios del siglo XX, las chilenas fueron parte activa de las revueltas mineras, como la que acabó en 1907 con la matanza de Santa María de Iquique en la que perdieron la vida 3.600 personas, entre hombres, mujeres, niños y niñas, que denunciaban las condiciones de explotación de la industria salitrera. Las mujeres fueron responsables también de algunas de las medidas más revolucionarias del Gobierno de Salvador Allende en materia de equidad y justicia social. En muchas fábricas y empresas fueron ellas las que tomaron el control de la producción, así como en las Juntas de Abastecimientos y Precios (JAP), y en la construcción de viviendas sociales y policlínicos. Su participación activa en el proyecto de la Unidad Popular consiguió impulsar políticas públicas de conciliación, como comedores populares y guarderías, y también crear medio millón de empleos reservados para mujeres que buscaban garantizar la paridad en el mundo del trabajo.

El impulso transformador continuó en la dictadura a través de la coordinación de las agrupaciones de derechos humanos, las pobladoras y las feministas para crear estrategias conjuntas de protesta y resistencia organizada bajo la consigna “Democracia en el país y en la casa”. Luchaban contra el régimen y la crisis económica de los años ochenta pero resignificando la ciudadanía femenina que la dictadura había devaluado.

Con la llegada de la democracia, la lucha feminista se trasladó a otros ámbitos, denunciando las violencias sexuales y la educación sexista en los campus universitarios, un movimiento que desembocó en 2018 en el levantamiento de miles de mujeres y la toma de 32 universidades en lo que se conoce como “Mayo feminista”. Nunca antes, en ningún lugar, las mujeres habían conseguido paralizar las universidades de un país como medio de protesta contra el sistema de privilegios de género imperante en las instituciones y en la sociedad en su conjunto.

Todo este protagonismo ha permanecido invisibilizado en una Constitución que fue redactada en plena dictadura y que no tuvo en cuenta la diversidad de la sociedad, no sólo la de género. Ni siquiera la elección como presidenta de la socialista Michelle Bachelet, en 2006, consiguió revertir la situación.

Lo que reclaman ahora las chilenas es un cambio del relato oficial imperante que ellas consideran que las representa como un sujeto complementario y no constitutivo de la sociedad. Quieren que el cambio que se abre con el proceso constituyente permita una transformación del lenguaje social y jurídico que las ha invisibilizado bajo el pretexto de una supuesta neutralidad. Piden derechos para las mujeres indígenas, autonomía sobre sus cuerpos en un país donde el aborto sigue estando jurídicamente restringido y un compromiso del Estado para erradicar todo tipo de violencias y abusos.

Para la escritora feminista chilena Diamela Eltit, el plebiscito del domingo representa el fin de una escritura dictatorial que ha perpetuado durante 40 años una fórmula segregadora impuesta por la dictadura. Lo que está en juego, nos dice, es eliminar una Constitución pensada milimétricamente para debilitar al Estado y favorecer la ampliación de los grandes capitales. La Constitución Constituyente representa, en este escenario, el desalojo de la forma jurídica promovida por el dictador que blinda la desigualdad en todas sus manifestaciones.

Las mujeres que se han movilizado en los últimos años están convencidas de que el hecho de que haya un 50 por ciento de mujeres en el proceso constituyente no garantiza que el feminismo sea protagonista. Reclaman, por eso, que sea parte integral del proceso, que siga en las calles movilizando el deseo de transformación. Enterrar la Constitución representa para ellas y para millones de chilenas no sólo sepultar a Pinochet, significa también abolir un sistema neoliberal que mercantiliza a las mujeres y las niñas, un sistema que se ha convertido en uno de los principales obstáculos para avanzar en la agenda feminista que reclaman desde hace un siglo.

Publicado en CTXT el 29 de octubre de 2020

https://ctxt.es/es/20201001/Politica/33913/Beatriz-Silva-Chile-constitucion-paritaria-lucha-feminista.htm