(El País, 26 de octubre de 2020) En Cataluña hay niños y niñas que solo han conocido la crisis. Crecieron bajo los efectos de la crisis económica de 2008 y, sin un paréntesis, han pasado a vivir una pandemia. Se harán mayores y toda su infancia y su adolescencia habrá transcurrido bajo los efectos de una crisis económica continua.

La covid-19 ha venido a agudizar situaciones de precariedad que afectaban a una parte muy amplia de nuestra infancia. Hoy, hay más niños y niñas viviendo bajo el umbral de la pobreza que los que había en marzo y los que ya lo estaban, están mucho peor. Save the Children calculaba en julio que la tasa de pobreza infantil de 28,6% se pondría en 34,6% si no tomábamos medidas urgentes para evitar los efectos de la covid-19. Las últimas cifras de Idescat hablan de 31% y, si se cumplen las predicciones, a final de año tendremos medio millón de niños y niñas viviendo bajo el umbral de la pobreza.

Son cifras intolerables para una sociedad como Cataluña, con un nivel de riqueza propio de una región rica de la Europa occidental pero con un nivel de pobreza infantil equivalente al de los países más pobres de la Unión Europea. Son cifras que se explican porque la infancia no ha sido una prioridad de los gobiernos de Cataluña en la última década, en la que han recortado sin piedad la salud, la educación, los servicios sociales y las políticas de infancia y familia que representan la única ventana que permite a la infancia más vulnerable romper el círculo vicioso de reproducción de la pobreza.

En 2011 Artur Mas anunció que llevaría los recortes más allá que cualquier otra administración sin tener en cuenta que en ese momento uno de cada cinco menores ya vivía bajo el umbral de la pobreza. Desde entonces, la situación no ha hecho más que empeorar. Antes de la pandemia, Cataluña tenía 235.000 hogares en situación de pobreza severa pero solo 81.000 se beneficiaban de la Renta Garantizada de Ciudadanía (RGC). Un 65,5% quedaba fuera de cualquier tipo de prestación, 154.000 hogares.

¿Cómo viven estos hogares? Hablamos de familias con ingresos en torno a 355 euros, que no pueden alimentarse correctamente, que no tienen cómo comprar ropa cuando cambia la estación y que enfrentan graves dificultades para pagar los suministros y el alquiler. Son familias que viven realojadas o en infraviviendas. Es una situación límite. Pero llegó la covid-19 y no se hizo nada. Lo sabemos porque el presidente Quim Torra reconocía el 3 de julio que las solicitudes para acceder a la RGC habían crecido en un 95% entre marzo y mayo pero el Govern constataba en una nota de prensa que la cifra de beneficiarios había aumentado en 374. Solo 374 frente a 154.000 familias en situación de pobreza severa.

En 2011 la Encuesta de Condiciones de Vida evidenció que el 4% de los niños y niñas menores de 16 años en Cataluña tenían graves privaciones en el acceso a la alimentación, en concreto 50.000. Desde entonces se han ido anunciando varios protocolos que nunca han llegado a desplegarse. Ningún Govern ha contabilizado los casos de malnutrición ni se ha hecho nada por revertir uno de los recortes más lacerantes de la última década: eliminar las becas comedor en secundaria impidiendo el acceso de los adolescentes que no tienen recursos a la posibilidad de comer al mediodía.

Ha llegado la pandemia y nos ha encontrado en la peor situación. Unicef y el Tercer Sector dicen que nunca tantas familias se habían empobrecido de forma tan rápida. También que la crisis no está afectando a todos los niños y niñas por igual, la desigualdad previa es determinante. Cataluña necesita un cambio, lo necesita por muchas razones pero una de ellas es que no podemos seguir hipotecando la vida de medio millón de niños y niñas.

Publicado en El País el 25 de octubre de 2020 (Foto: EDUCO/El País)

https://elpais.com/espana/catalunya/2020-10-25/infancia-pobreza-y-covid-19.html

En catalán:

https://cat.elpais.com/cat/2020/10/26/opinion/1603709509_773577.html