En su libro ‘Nosotros, sin patria’, Ursula Hirschmann explica porque para ella es más fácil ser europea. Exiliada desde los 20 años, siente que ha perdido su país, Alemania, su lengua, el alemán, pero también sus orígenes judíos. Es una europea errante que no tiene una identidad concreta pero sí muchas al mismo tiempo. Hace una descripción preciosa del Berlín de su infancia y su juventud pero también de cómo ese mundo ha desaparecido totalmente cuando regresa en 1950. Su biografía, escrita por Silvana Boccanfuso y publicada ahora en castellano, profundiza ahora en el pensamiento de una mujer que fue artífice en la fundación de la Europa unida y sin fronteras. Un pensamiento que surge de su propia situación de apátrida pero también de su convicción de que el federalismo no es sólo una reacción a una situación concreta de emergencia (reconstruir Europa tras la devastación de la guerra) sino un objetivo más ambicioso a perseguir en tiempos de paz y de crisis como es la solidaridad. Porque tal y como Boccanfuso profundiza en esta biografía, la falta de raíces, el rechazo al nacionalismo y a cualquier concepto racial que divida a los seres humanos es la base del pensamiento federalista que no es otra cosa que la forma política que adopta la fraternidad. Bajo esta perspectiva, la construcción de la Europa libre y unida por la que Ursula trabajó hasta el fin de sus días, no debería tener solo como horizonte evitar que se repita el desangre de la guerra. Tiene que tener también la misión de construir un modelo de sociedad que permita que la diversidad conviva, que las lenguas sirvan creen puentes, hacer efectivo el valor de la solidaridad que permita construir una sociedad más justa y más igualitaria en un momento en que el repliegue identitario vuelve a tomar forma en movimientos y partidos que amenazan los avances conseguidos.